Regresaba del gimnasio y me encontré a una señora sentada a media calle, rodeada de dos perros. Es una avenida con andador y ella estaba precisamente debajo del andador, así que al dar vuelta en la calle decidí pararme y preguntar si necesitaba ayuda. Ya varios carros habían dado vuelta antes, pero imagino que metidos en la rutina del día a día o el miedo a los perros o el miedo a que sea una trampa para asaltarte, nadie se había detenido.
Decidió que sí necesitaba ayuda. Subí a los dos perros a la camioneta y la señora al asiento de enfrente ( un labrador negro y un pastor alemán mezclado con algo más).
Se acaba de mudar, vive en la misma calle que yo, y estaba enojada porque estaba en plena recuperación del tobillo y se lo volvió a lastimar. No sé cómo se llama, pero vive a 7 casas de mí.
viernes, octubre 13, 2006
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3 comentarios:
Uff te diria que que atrevida, uno no tan facilmente hace esas cosas de subir a un extraño al carro pero tampoco nos damos cuenta de la falta de apoyo que estamos dando a quien lo pueda necesitar.
Orale, si es de pensarse, lo bueno es que tienes ese sentido de orientacion que te dice si debes confiar en la persona o no, y pues igual un dia se te ofrece a ti.
vaya, una buena obra, la verdad es que si hoy ´día es difil confiar en la gente, pero por lo visto tu noble y amistoso gesto te ha ganado una buena vecina, eso claro si es agradecida y quiza lo mejor dos compañeros de juego para la noble camilla.
que seguro a veces le hara falta algun amigo
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